Hace dos millones seiscientos mil años que el hombre corrompe el mundo, la naturaleza. El hombre ha ido evolucionando a medida que lo hacia su pensamiento, su visión del entorno, su independencia y sobre todo, su libertad. Libertad de pensamiento, gracias a su mente racional que le diferencia de los animales salvajes, pero no libres, encerados por los barrotes de su entorno, de su naturalidad. Libres de hacer lo que queramos, desde que nacemos se nos da ese desdichado poder, algunos desearíamos que se nos impusiese, otros, amamos la libertad y la anhelamos.
El hombre comenzó viviendo en clanes pequeños y a medida que evolucionábamos, también lo hicieron sus entornos sociales. Hoy en día, vivimos en entornos de millones de personas, unas dependiendo de otras, que sin algunas de ellas el mundo caería, y en cambio otras son absorbidas por la oscuridad de lo vulgar, de lo igual, de lo que no sobresale. El individuo que ha coronado la cima del principal ecosistema mundial, el planeta Tierra, ha necesitado de un medio para mantenerse, para controlarse y seguir con vida, la política. Sea buena o sea mala, la política es y será esencial para garantizar el orden, puede que de una manera autoritaria, empleando la figura del soberano, puede que de una manera más social y popular; gobiernos parlamentarios, democracia, o puede que de una manera, que en mi punto de vista; imposible, más altruista, más armónica; la utopía.
Los seres humanos somos unos seres, como ya he dicho, que intentamos buscar la felicidad, y ésta, en otros términos, es la libertad. El hombre desde épocas ancestrales la ha buscado, no solo en el ámbito físico, sino también en el abstracto. Hoy en día nuestro mundo es un ente simbólico, completamente simbólico, y en parte, lo es gracias a la palabra, al lenguaje. Si no dispusiéramos de este, seriamos animales, animales sin libertad, encerados y ajenos a este mundo infinito. Todas las cosas, objetos, seres vivos de nuestro alrededor tienen un nombre, un significado, sin este no podríamos vivir en sociedades, no podríamos querer a nuestra madre, por qué no tendríamos la concepción de madre y no la queríamos, entonces la política no serviría de nada, y la libertad seria como la cuarta dimensión, o como algunos individuos piensan, un agujero negro invisible, inexistente, una metáfora estética de físicos tocados por la barita del arte, de la belleza. Seria arte, pero que seria del arte sin lenguaje, nada, otro punto resplandeciente en el cielo que observaríamos cada noche sin saber que nos aguarda.
Creo, que mucho más que vida…
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